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SERIE: DE LA CASA AL PALACIO
La vida nos enfrenta a «lanzas» de envidia, críticas o traiciones, como las que Saúl lanzó contra David. Pero la respuesta de David —esquivar en lugar de devolver el ataque— nos enseña que las batallas espirituales no se ganan con las armas del orgullo, sino con la confianza en que Dios defiende a quienes le honran (1 Samuel 18:12, NTV: «Saúl le tenía miedo a David porque el Señor estaba con David, pero se había apartado de él»). Aferrarnos a la venganza nos iguala al agresor; esquivar las lanzas nos libera para avanzar sin cargar heridas que enturbien nuestro destino.
Detrás de cada ataque hay una historia de dolor no sanado. Saúl actuó desde el miedo y la inseguridad, no desde la libertad (Proverbios 14:30, NTV: «El corazón en paz da vida al cuerpo, pero la envidia carcome los huesos»). Jesús, en la cruz, nos mostró que perdonar no es justificar el mal, sino romper su ciclo: «Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen» (Lucas 23:34, NTV). Cuando entendemos que quienes nos hieren están presos de sus propias cadenas, dejamos de ser víctimas para convertirnos en instrumentos de sanación.
La paz no es pasividad: es acción deliberada. Implica orar por quienes nos persiguen, abrazar a quienes nos lastimaron y proteger nuestro corazón de la amargura.
Pastor Eliashc
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