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En la vida, confiar ciegamente en nuestra propia seguridad es como construir castillos en arena movediza. La frase «yo sé lo que hago» suele ser el preludio de caídas estrepitosas, como le ocurrió a un ministro que, pese a su unción, sucumbió al orgullo y perdió todo. La Biblia es clara: «El que piensa estar firme, cuide de no caer» (1 Corintios 10:12). ¿Cuántas decisiones tomamos creyendo tener el control, sin reconocer que somos frágiles y que un error mínimo puede derrumbar lo que tanto nos costó edificar? La verdadera sabiduría no está en la autosuficiencia, sino en la humildad de aceptar que necesitamos una guía mayor.
Pablo, un hombre que antes perseguía a los cristianos con arrogancia, entendió esto tras su encuentro con Jesús. Descubrió que sus títulos, logros y certezas humanas no valían nada comparados con el amor de Cristo (Filipenses 3:7-8). Su historia nos reta: ¿Qué estamos priorizando hoy? ¿Nuestro orgullo, estatus o planes personales? ¿O estamos dispuestos a soltar lo que nos ata a una falsa seguridad para abrazar un propósito más profundo? Como Pablo, necesitamos un «despertar espiritual» que nos revele qué realmente importa: vivir en conexión con Dios, no en la ilusión de control.
La aplicación es práctica: Revisa hoy dónde depositas tu confianza. ¿En tu inteligencia, en tu capacidad de resolver problemas, en tu fuerza? ¿O en la certeza de que hay un Dios que ve más allá de tus límites?
Dios siempre llega Justo a Tiempo
P. Elias Hoyos
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