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La vida es como una escalera: siempre hay alguien arriba y alguien abajo. Cuando miramos hacia arriba, podemos sentir que estamos en el último escalón, pero al mirar hacia abajo, nos damos cuenta de que no estamos solos en nuestras dificultades. Esta perspectiva nos ayuda a ser más agradecidos y a entender que no somos los únicos que enfrentamos problemas. La gratitud no siempre es natural, pero es una decisión que podemos tomar para cambiar nuestra actitud y enfoque en la vida.
Dar es más bendito que recibir. A menudo, nos enfocamos en lo que no tenemos y en nuestras propias necesidades, pero cuando extendemos nuestras manos para ayudar a otros, descubrimos una bendición mayor. La ayuda no siempre tiene que ser en dinero; a veces, una palabra de aliento o un acto de amabilidad puede ser más valioso. Jesús nos enseñó a amar y a dar sin esperar nada a cambio, y eso es lo que deberíamos practicar en nuestra vida diaria.
Finalmente, no esperemos a que otros nos vean o nos valoren. En lugar de buscar reconocimiento, busquemos oportunidades para hacer el bien y ser una bendición para alguien más. La generosidad y el amor desinteresado no solo benefician a los demás, sino que también nos enriquecen a nosotros mismos. Recordemos que mientras haya vida, hay esperanza, y que Dios nos ha dado la capacidad de amar y dar para transformar vidas, incluyendo la nuestra.
DIOS SIEMPRE LLEGA JUSTO A TIEMPO
P. ELIAS HOYOS
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