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Hoy quiero compartir con ustedes una reflexión profunda sobre nuestra relación con Dios. A menudo, nos encontramos tan ocupados con las actividades religiosas y ministeriales que olvidamos lo más importante: Dios mismo. El pueblo de Israel cometió dos grandes pecados que los llevaron a un declive espiritual: abandonaron a Dios, la fuente de agua viva, y construyeron cisternas rotas que no podían retener agua. Nosotros, al igual que ellos, podemos estar haciendo muchas cosas para Dios, pero si no lo hacemos con Él en el centro, estamos perdiendo el propósito.
Dios es esa fuente de agua viva que nunca se agota y siempre renueva. Cuando nos alejamos de Él, intentamos llenar nuestras vidas con cosas que no satisfacen, como cisternas rotas que eventualmente se pudren. Confiar en nuestra propia sabiduría y no en Dios es un error que nos lleva a tomar decisiones equivocadas. Debemos recordar que Dios tiene un plan superior y que nuestra sabiduría es limitada. La Biblia nos enseña a confiar en el Señor con todo nuestro corazón y a tener en cuenta a Dios en todas nuestras acciones.
Finalmente, no se trata solo de decir «Señor, Señor», sino de vivir en obediencia a los mandamientos de Dios. Volver a ese primer amor por Dios es esencial. Separados de Él, nada podemos hacer. Debemos mantener el fuego de nuestro amor por Dios encendido, velando por nuestra relación con Él. Cuando Dios es el centro de nuestras vidas, todo lo demás se alinea correctamente. Pidamos a Dios que nos ayude a recordar cómo comenzamos nuestra vida cristiana y a renovar ese amor y esa pasión por Él. Que Dios nos bendiga y nos ayude a vivir cada día con Él en el centro. Amén.
DIOS SIEMPRE LLEGA JUSTO A TIEMPO
P. ELIAS HOYOS
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