Your browser doesn’t support HTML5 audio
La historia de Saúl (1 Samuel 15) nos confronta con una trampa común: justificar nuestras decisiones contrarias a Dios llamándolas «bendición». Saúl ganó la batalla contra los amalecitas, pero desobedeció al guardar botín prohibido. Su excusa fue noble: «Lo guardamos para sacrificarlo al Señor» (v. 15, NTV). Sin embargo, Samuel le recordó: «¿Qué le agrada más al Señor: que ofrezcas holocaustos y sacrificios, o que obedezcas lo que él dice? ¡Obedecer es mejor que sacrificar!» (v. 22, NTV). Hoy, muchos celebran «éxitos» obtenidos con engaños, infidelidades o atajos éticos, etiquetándolos como bendiciones. ¿Acaso un ascenso logrado con chismes, un negocio basado en explotación o una relación nacida de un adulterio honran a Dios?
Dios no avala lo que Él no ordena. Saúl pensó que su victoria militar era señal de aprobación divina, pero Dios ya lo había desechado (v. 26). Del mismo modo, no todo lo que prospera o brilla viene de Él. Un ministerio que crece por división, una fortaleza construida con deudas fraudulentas o una familia unida por manipulación pueden parecer bendiciones, pero sus cimientos son arena. Jesús advirtió: «No todo el que me llama “Señor, Señor” entrará en el reino del cielo. Solo los que realmente hacen la voluntad de mi Padre» (Mateo 7:21, NTV). La obediencia radical, no los resultados visibles, define nuestra fidelidad.
Dios siempre llega Justo a Tiempo
P. Elias hoyos
Descargar “UNA VICTORIA APARENTE” UNA-VICTORIA-APARENTE.mp3 – Descargado 1 vez – 11,02 MB