SERIE: DE LA CASA AL PALACIO
David, el pastor que llegó a ser rey, nos dejó una lección clave: la obediencia y el respeto a la autoridad, incluso cuando esta no es perfecta. Aunque Dios ya lo había ungido como sucesor de Saúl, David nunca usó sus promesas para rebelarse o menospreciar al rey caído. Al contrario, honró el puesto de Saúl como «ungido de Jehová», entendiendo que su papel no era juzgar, sino confiar en que Dios actuaría en Su tiempo (1 Samuel 24:6 NTV: «¡El Señor me libre de hacer tal cosa […] pues él es el ungido del Señor!»). Así nos desafía hoy: ¿Respetamos a quienes Dios ha puesto sobre nosotros, aunque fallen? La verdadera humildad no se mide cuando obedecemos a los que admiramos, sino cuando honramos a los que nos cuesta seguir.
El orgullo es un enemigo silencioso. Muchos pierden bendiciones por creer que sus dones, unción o razón los eximen de rendir cuentas. Jesús, siendo Dios, se sometió a autoridades humanas y al Padre, enseñándonos que la obediencia no anula nuestro destino, sino que lo prepara
Dios siempre llega Justo a Tiempo
P. Elias hoyos
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