¿Te imaginas si nuestras obras hicieran que se desprendiera de nosotros algún olor? ¿A que olerías tu?
El apóstol Pablo expresa que Cristo es la fragancia que Dios recibe con agrado y no la fragancia que destilaría de su propio esfuerzo por agradar a Dios, Todos estamos impregnados de cierto olor que nos hace resaltar a kilómetros de distancia, ese es el olor del pecado y nuestro corazón está lleno de el.
Los olores nos recuerdan personas, situaciones, momentos de la vida sean buenos o malos. Muchos hasta se acostumbran a ciertos olores que ya hacen parte de ellos y no les sienta mal aunque a otros sí, y por ejemplo,
Cuando llegas a la casa de alguien desordenado, su cuarto expide cierto olor desagradable, tú lo puedes sentir, pero el que vive allí le parece algo normal pues ya se acostumbro a ese olor.
El mundo se acostumbró al pecado a tal punto que hacemos ver bien lo que no está bien, a lo bueno lo llamamos malo y a lo malo se le llama bueno, ya no hay una verdad sino que todo es relativo, en otras palabras, el mundo se acostumbró al olor del pescado y es solo al sentir el olor que transmite el evangelio de Cristo que podemos darnos cuenta que olíamos mal.
No hay nadie bueno en la tierra y aún las obras que consideramos buenas, el profeta Isaías las define como: “trapos de inmundicia”.
El rey Salomón lo expresa de la siguiente manera: una mosca muerta echa a perder el perfume del perfumista.
Ahora bien, para muchos explica Pablo, el olor que produce el evangelio es un olor a muerte pues no decidieron abandonar sus malas acciones y tener un verdadero arrepentimiento donde Cristo sea su señor y Salvador y para otros que si aceptaron la verdad y la vida de Cristo, el evangelio es un fino perfume que destila un olor agradable.
Dios siempre llega JUSTO A TIEMPO
P.Eliashc
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