En la actualidad, es alarmante ver cómo muchas acciones y decisiones de la humanidad se desvían de los principios morales que, en esencia, son universales. Nos encontramos en un mundo que a menudo confunde lo bueno con lo malo, y donde los valores parecen estar en crisis. Reflexionemos sobre nuestras propias vidas: ¿estamos realmente alineados con lo que consideramos correcto? Es fundamental reconocer que el pecado, que se define como todo lo que se aparta del propósito divino, nos aleja de una vida plena y satisfactoria.
La capacidad de elegir es un regalo que hemos recibido, y con ello viene una gran responsabilidad. Cada decisión que tomamos tiene consecuencias, y es crucial que estas decisiones se basen en principios que nos acerquen a Dios y a una vida de integridad. Al final del día, somos responsables de nuestras elecciones y de los efectos que tienen en nosotros y en quienes nos rodean. La autoevaluación es esencial; debemos preguntarnos si nuestras acciones reflejan lo que realmente valoramos.
Es hora de ser coherentes entre lo que decimos creer y cómo vivimos. Si verdaderamente amamos a Dios, nuestras decisiones deben reflejar eso, y no podemos justificar comportamientos que van en contra de Su enseñanza. En lugar de normalizar lo que no es correcto, busquemos entender y practicar lo que realmente agrada a Dios. Al hacerlo, no solo mejoraremos nuestra propia vida, sino que también influiremos positivamente en nuestra comunidad y en las generaciones futuras. La reflexión diaria sobre nuestras acciones y elecciones puede guiarnos hacia un camino de bendición y propósito.
DIOS SIEMPRE LLEGA JUSTO A TIEMPO
P. ELIAS HOYOS
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