Las palabras, más allá de lo que creamos, son semillas que dejan huella en el corazón de quien las escucha. Por eso, es crucial ser prudentes y pensar antes de hablar, especialmente cuando estemos tentados a criticar o a compartir información que pueda dañar. Recordemos que Dios nos hace responsables de cada palabra ociosa que sale de nuestra boca, y que la lengua, aunque pequeña, puede provocar incendios que dañan vidas.

 Por tanto, os invito a meditar en la sabiduría del silencio. A veces, callar es más sabio que hablar, pues nos permite escuchar la voz de Dios y ordenar nuestros pensamientos. Guardar silencio no es cobardía, sino amor y prudencia.

DIOS SIEMPRE LLEGA JUSTO A TIEMPO

P. ELIAS HOYOS

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