En nuestra vida diaria, es fundamental reflexionar sobre las relaciones que construimos con quienes nos rodean. Jesús, al elegir a sus doce apóstoles, nos enseñó que rodearnos de personas que comparten nuestra visión y propósito es esencial para nuestro crecimiento. Estas relaciones no solo influyen en nuestras decisiones, sino que también nos ayudan a alcanzar el propósito que Dios tiene para nosotros. Así como Jesús mostró compasión y dedicación a los demás, nosotros también debemos aprender a ver y valorar a las personas en nuestra vida.

Es natural que algunas personas entren y salgan de nuestro camino. Cada encuentro trae consigo una lección valiosa, ya sea en forma de amistad, apoyo o incluso crítica. Debemos aceptar que no todos caminarán a nuestro lado en cada etapa de nuestra vida. Al aprender a dejar ir a quienes ya no pueden acompañarnos, liberamos espacio para nuevas relaciones que pueden enriquecer nuestro viaje. Recordemos que, aunque algunas personas se vayan, cada una de ellas ha dejado una huella en nosotros.

Finalmente, es importante que mantengamos un corazón sano y abierto. Nuestra identidad no debe estar definida por las opiniones o acciones de los demás. En lugar de buscar ser vistos primero, aprendamos a ver a los demás y a servirles. Al hacerlo, no solo cultivamos relaciones significativas, sino que también reflejamos el amor de Dios en nuestras acciones. Al practicar la compasión y el servicio, podemos crear un entorno donde todos se sientan valorados y apoyados.

DIOS SIEMPRE LLEGA JUSTO A TIEMPO

P. ELIAS HOYOS

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