En nuestro mundo, a menudo confundimos la felicidad con la alegría temporal que nos brindan las posesiones materiales. Sin embargo, la verdadera felicidad es un estado interior que solo Dios puede otorgar, no algo que se compra con dinero. La Biblia nos enseña que las riquezas no traen verdadera felicidad, y que la adicción a las posesiones nos aleja de Dios y de nuestras relaciones más significativas.

Es triste ver cómo algunas personas piensan que el dinero puede reemplazar el amor y la atención que se debe dar a los hijos y a la pareja. La idea de que tener dinero significa ser un buen padre o madre es errónea; lo que realmente importa es el tiempo de calidad que pasamos con nuestros seres queridos y la relación que construimos con ellos. El dinero es necesario, pero no es la base para construir una familia feliz y armoniosa.

DIOS SIEMPRE LLEGA JUSTO A TIEMPO

P. ELIAS HOYOS

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