La Biblia nos enseña que la lengua es un miembro pequeño, pero capaz de grandes estragos o bendiciones. Nuestras palabras son semillas que, una vez sembradas, darán fruto en el corazón de quienes las escuchan y en nuestras propias vidas. Es fundamental, por tanto, que seamos conscientes de lo que decimos, especialmente cuando estamos enojados o bajo presión. Cada vez que hablamos, estamos revelando las intenciones de nuestro corazón, y es crucial que nuestras palabras sean sanas y edificantes, no solo para los demás, sino también para nosotros mismos.

Reflexionemos juntos sobre la importancia de medir nuestras palabras. A menudo, hablamos sin pensar en las consecuencias, y luego pedimos perdón por el daño causado. Pero, ¿no sería mejor pensar antes de hablar? Cada palabra tiene el poder de dar vida o quitarla, de construir o destruir relaciones. Recordemos que la Biblia dice que daremos cuenta a Dios por cada palabra ociosa que salga de nuestra boca. Es momento de cambiar nuestro discurso, de sanar con nuestras palabras y no de herir.

DIOS SIEMPRE LLEGA JUSTO A TIEMPO

P. ELIAS HOYOS

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