¿Cuántas veces hemos convertido nuestras palabras en trampas? Prometemos por impulso, decimos «sí» para quedar bien, o «no» sin valorar las consecuencias, y al final, nuestra falta de integridar nos deja sin credibilidad. Mateo 5:37 nos recuerda algo radical: «Basta un ‘sí’ o un ‘no’. Lo demás nace de la mentira que carcome el alma». Cada promesa incumplida, cada compromiso vacío, no solo daña a otros, sino que nos debilita espiritualmente. ¿Cómo confiarán en nosotros si nuestras palabras son monedas sin valor?
Imagina a un padre que siempre dice «sí» a su hijo: lo expone a peligros, lo malcría. Así actúa Dios con nosotros. Su «no» no es crueldad, es amor que protege, aunque duela en el momento. ¿Aprendemos de Él? Decir «no» a lo que nos desvía, aunque sea atractivo, o «sí» con responsabilidad, requiere madurez. No es falta de amor, es sabiduría. Como padres, amigos o líderes, ¿priorizamos el bienestar a largo plazo sobre la complacencia momentánea?
Aquí la clave práctica: antes de hablar, respira. Pregúntate: ¿Puedo cumplir esto? ¿Edifica o destruye?. Si dudas, dilo: «Necesito pensarlo». Pequeños «sí» y «no» firmes construyen una vida de integridad. Hoy, revisa: ¿Tus palabras son puentes de confianza o escombros que traicionan? La próxima vez que hables, recuerda: cada palabra es semilla. Siembra verdad, cosecharás libertad.
DIOS SIEMPRE LLEGA JUSTO A TIEMPO
P. ELIAS HOYOS
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