En el capítulo 7 de Juan, Jesús nos hace una invitación crucial: «Si alguno tiene sed, venga a mí y beba». Esta llamada resuena en un momento de celebración, recordándonos que, a pesar de las distracciones y placeres efímeros que el mundo nos ofrece, hay una sed más profunda en nuestro interior que no se puede saciar con nada temporal. Muchas veces, en nuestra búsqueda de satisfacción, recurrimos a cosas que parecen alivios momentáneos, como el alcohol o las relaciones superficiales, pero al final solo dejan un vacío más grande. Es fundamental reconocer que, en esta búsqueda, lo que realmente necesitamos es una conexión genuina con Dios.
Reconocer nuestra sed espiritual es el primer paso hacia la transformación. Cuando admitimos que estamos insatisfechos y que nuestros intentos de llenar ese vacío han fracasado, nos abrimos a la verdadera solución: Jesús. Él ofrece un agua que no solo sacia, sino que transforma nuestras vidas. Al aceptar su invitación, no solo encontramos un alivio temporal, sino una paz y un propósito duraderos que nos permiten vivir plenamente. Es un llamado a dejar atrás las distracciones dañinas y buscar lo que realmente importa.
Dios siempre llega Justo a Tiempo
P. Elias Hoyos
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